El día en que los teléfonos celulares colapsen y una catástrofe vuelva inoperables las redes de internet, los radioaficionados dicen que estarán listos para salvar al mundo de la incomunicación. Incluso, si se cortan todos los sistemas de energía eléctrica.
Si bien la comunicación persona a persona a través de las ondas de radio fue superada por la tecnología digital de la telefonía móvil, tanto en calidad como en rapidez, los radioaficionados no se dan por vencidos. En Córdoba, como en el país, muchos siguen manteniendo sus equipos actualizados y sus prácticas operativas.
Y más que un servicio o un medio de comunicación, ya se ha vuelto un hobby. El principal atractivo hoy son las competencias entre equipos para lograr la mayor cantidad de contactos en un tiempo determinado.
Pero no dejan de entrenarse y de mantenerse en forma, por si en algún momento surge una emergencia que los necesite.
Muchos tienen equipos y preparación para situarse en cualquier lugar del planeta con su transmisor, su antena y su grupo electrógeno, e iniciar una comunicación.
Entre los radioaficionados cordobeses, recuerdan la explosión de la Fábrica Militar de Río Tercero, en 1995, cuando la ciudad quedó aislada al saturarse las comunicaciones telefónicas de línea fija y se cortó la energía. En esa época, la telefonía celular no existía.
Allí entraron en acción los radioaficionados. Colocaron una antena repetidora en la iglesia de Tancacha, un pueblo vecino, que sirvió de puente para las comunicaciones entre Río Tercero y Villa María o Córdoba, adonde trasladaron a los heridos.
Seguramente, hoy sería distinta la resolución de esa emergencia, pero en una situación extrema se los puede volver a necesitar.
La provincia de Córdoba es una de las pocas que tiene una unión de radioclubes, integrada por los 13 que funcionan en Marcos Juárez, Bell Ville, Villa María, Laboulaye, Río Cuarto, Río Tercero, San Francisco, Villa del Rosario, Bouwer, Cosquín, Alta Gracia, Mina Clavero y la Capital.
El más numeroso es el Radioclub de Córdoba capital. Juan Fedelich, hasta hace poco su presidente, estima que suma unos 350 miembros, número que se tendrá con certeza cuando a fin de año termine el proceso de renovación de licencias.
Nadie tiene hoy cifras actualizadas y precisas, pero podría estimarse en unos 700 los desperdigados por todo el mapa provincial.
Fedelich sostiene que la actividad “no va a desaparecer”, al menos por ahora. “La parte de servicio quedará, por más nuevas tecnologías que haya. Tenemos un dicho: cuando todo falla, nosotros seguimos”, cuenta.
Como ejemplo, cita el apagón de junio pasado, que afectó largamente a Córdoba y al país: los radioaficionados siguieron conectados porque cuentan con equipos preparados para resistir la falta de energía.
“Nuestro sistema de soporte nos permitía saber qué pasaba, y actuamos ante necesidades que surgieron”, expone Fedelich.
El Radioclub Río Tercero cuenta con la antena repetidora de mayor alcance del país: está montada sobre el cerro Champaquí y permite establecer comunicaciones directas hasta la provincia de San Juan, con apenas un handy en la mano.
La tecnología avanza y los equipos vienen mucho más desarrollados, con filtros para disminuir ruidos, por ejemplo.
Usando aplicaciones de celulares como guía para saber el momento en el que pasan los satélites de órbita baja, basta con un handy y una antena chica para lograr una comunicación de radio, usándolos como repetidoras, explica Gustavo Taboada, secretario del Radioclub Villa María.
“Los cosmonautas son todos radioaficionados”, agrega Taboada. Desde las estaciones espaciales, se transmiten imágenes que son decodificadas por los equipos de radio o los mismos celulares. Son piezas que ellos coleccionan.
La radioafición es una actividad legislada y regulada en Argentina por el ente nacional Enacom, encargado de otorgar las licencias que se renuevan cada cinco años.
Para ser radioaficionado, hay que hacer un curso en un radioclub autorizado, completando una parte práctica y otra teórica. Luego de tres o de cuatro meses de cursado, se rinde un examen.
En el último curso de aspirantes a radioaficionados, hubo cerca de 100 personas que se presentaron a los exámenes en distintos radioclubes de Córdoba. La mitad tiene menos de 35 años.
Según interpretan, esto significa que siguen con vida. Y que mantienen intactas las ganas de seguir operativos para cuando el mundo vuelva a necesitar que lo salven.
En un encuentro de radioaficionados del país que se llevó a cabo días atrás en Villa María, se citó que el premio Nobel de Física, Joseph Hooton Taylor Jr., está desarrollando un sistema de comunicaciones interespaciales que permitiría, con muy poca señal, decodificar mensajes a cientos de miles de kilómetros de distancia.
“Lo están experimentando los radioaficionados, primero, y después se pondrá en práctica en la Nasa, en Estados Unidos”, contó Eduardo González, presidente del Radioclub villamariense.
Otro caso paradigmático es el correo electrónico. Antes de la existencia de internet, los radioaficionados tenían protocolos de comunicación llamados BBS que les permitían enviar y decodificar mensajes de un punto a otro. Esas direcciones ya usaban la arroba, (@), que luego se adoptó para las casillas de correos electrónicos.
La identificación se completaba con las letras de la licencia de cada radioaficionado, el código postal de su ciudad y terminaba (en Argentina) en “.com.ar”.
Los equipos de radio se conectaban a las computadoras Commodore o de ZZ Spectrum, que tenían procesadores de ocho bits (cuatro veces menos que un celular regular) para poder ser leídos.
“No llegaba inmediatamente, porque daba vueltas por todo el mundo hasta que encontraba su destinatario. Pero ya era el mismo concepto que el del correo electrónico”, recuerda el radioaficionado Gustavo Taboada.
Ese sistema funcionó unos 10 años, hasta que empezó a surgir internet. Pero todavía sigue en pie, y algunos nostálgicos lo siguen practicando.
Los modos digitales fueron evolucionando y mejorando los protocolos, hasta llegar a los avanzados modos actuales.
Hasta hace unos 15 años, todo radioaficionado hacía gala de que desde su casa podía tomar contacto con diferentes sitios del planeta en tiempo real. Era un enorme privilegio de comunicación.
Todo varió en la última década. Hoy, con internet, cualquier persona desde su celular está en contacto en línea con otras de cualquier punto del mundo. Pero los radioaficionados siguen ahí. Y aseguran que no son una especie en extinción.
Fuente: www.lavoz.com.ar
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