Si se tratase de una partida de Risk –ese juego de
estrategia que invita a la conquista del mundo– es posible que Tim Cook
estuviese reorganizando sus fichas para mantener la privilegiada
posición de Apple en el tablero. Android, por su parte, iría fagocitando
más y más casillas a cada nueva ronda y Steve Ballmer estaría buscando
nuevas alianzas con las que asentar Windows 8 más allá del tándem con
Nokia, donde Stephen Ellop estaría supervisando los últimos coletazos de
Symbian, un sistema inmerso en una retirada paulatina. Alrededor de
todos estos oligarcas tecnológicos esperan un buen puñado de jugadores a
que les llegue el turno de entrar en liza.
Y es que el programa de 2013 incluye una retahíla de
eventos que, a la espera de cómo transcurran los acontecimientos, pueden
suponer un cambio significativo en el mercado de los ‘smartphones’,
donde Google y Apple se reparten casi el 90% del pastel. Uno de los más
tempranos ha sido el lote de credenciales que ha presentado la compañía
antes conocida como RIM, que la pasada semana mostró su esperado sistema
operativo móvil BB10. Un lanzamiento que fue jalonado con dos nuevos
terminales, uno de ello sin el habitual teclado que fue el santo y seña
de la Blackberry, que tuvo entre sus más fieles usuarios al mismísimo
Barack Obama. La presentación en sociedad, más que estar centrada en la
habitual palabrería técnica de chips y materiales, orbitó alrededor de
las bondades de su nuevo software, un lanzamiento clave para la
supervivencia de la empresa.
El mensaje, extrapolable a toda la industria, fue claro: en
un momento en que las diferencias del mundial de constructores móviles
encogen cada vez más, las aplicaciones y las funcionalidades pueden ser
la clave donde resida la decisión de compra. En este caso han puesto
70.000 ‘apps’ sobre la mesa. Aunque lejos de los bazares de sus rivales,
ha conseguido solucionar una preocupante anemia de los títulos más
populares, incluyendo en su ecosistema ‘superdescargas’ como Foursquare,
Angry Birds y un largo etcétera inédito hasta el momento.
«Los desarrolladores son el corazón de esta revolución».
Esta llamada a filas, con fines muy diferentes a los de Blackberry, la
realizó Stormy Peters, una de las cabezas visibles de la fundación
Mozilla, que junto a Telefónica ultima la llegada de Firefox OS, un
sistema operativo móvil de código abierto basado en HTML5, la misma
pasta con la que se construyen las páginas webs. Con eso pretenden que
más de ocho millones de profesionales se animen a desarrollar programas
en este lenguaje que puedan funcionar en múltiples plataformas. Esta
tecnología está en un estado mucho más embrionario porque aquellos que
querían diseñar una aplicación no tenían el acceso a todas las
funcionalidades del dispositivo -la cámara o la luz- que aquellos que
querían hacer una específica para una plataforma.
De esta manera, estos programadores podrán crear sus
propias tiendas de aplicaciones «solo sujetos a las normas de la
comunidad» y «no los intereses de una empresa en concreto». Lo más
parecido hasta ahora era Android, modificable pero siempre bajo los cada
vez más ajustados criterios de Mountain View. El laboratorio comercial
de Firefox OS lo formarán varios países latinoamericanos, donde lanzarán
móviles de bajo coste este mismo año. Sus creadores apuntan que, en un
futuro, se llegará a Europa y a todo tipo de gamas.
Más código abierto
Sin embargo en esta tarea de flexibilizar un gremio todavía
muy encorsetado, no van a estar solos. A principio de año Ubuntu, la
versión más conocida de Linux, anunció sus planes para el salto al mundo
móvil, donde podría aterrizar en 2014. «Queremos una plataforma para
todas las clases de navegación, para teléfonos, tabletas, ordenadores,
televisores y la nube», afirma Mark Shuttleworth, fundador de Canonical.
Desde la compañía están trabajando para que su creación puede ser
adoptada de manera fácil para los actuales fabricantes que tejen el
universo Android.
También en Linux, en las próximas semanas habrá noticias de
Sailfish, un sistema nacido de un proyecto abandonado por Nokia.
«Creemos que el código abierto es el vehículo de la innovación y que el
mundo se puede beneficiar de ello», señala Stefano Mosconi, uno de los
uno de los directivos de Jolla. «Nuestra ventaja reside en que, al ser
más pequeños, podemos mejorar más rápido que los gigantes de la
industria», añade sobre Sailfish, que pone entre sus objetivos China y
otros mercados asiáticos y europeos.
Sin embargo, este fenómeno también ha atraído a grandes
empresas como Samsung, Docomo o Intel, que están colaborando en el
desarrollo de Tizen OS. Aunque los planes de futuro no están todavía muy
definidos, con estos notorios padrinos no sería de extrañar ver este
sistema conviviendo con otros productos de la misma marca equipados con
Android.
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