En Nawbahar, no obstante, de entrada, poca presencia del Gobierno hay. No existe ni una sola clínica para una población de 10.000 habitantes. Quien cae enfermo debe viajar a la provincia vecina de Ghazni, a cinco horas en coche. Tampoco hay ninguna escuela. Tan sólo algunos niños estudian el Corán en las mezquitas. Y ya ni hablar de agua potable o electricidad, y mucho menos de carreteras asfaltadas.
El comandante del ejército afgano en Nawbahar, Mohammed Arif, encabeza la marcha a pie, pues el pueblo al que se dirigen está relativamente cerca e ir en vehículo es demasiado peligroso por los artefactos explosivos plantados en el camino. Lleva consigo un 'walkie talkie' que las fuerzas estadounidenses incautaron a los talibán el 7 de noviembre. Así puede escuchar las conversaciones de los insurgentes y saber si les observan. En el walkie talkie, sin embargo, no se oye a nadie. Tan sólo cantos llamando a la guerra santa.
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