14 marzo 2015

PROYECTO ECHELON...LA GRAN "OREJA"



Echelon 
 
Estación de escucha Emeraude, perteneciente al Gobierno francés. Foto: Luc Viatour
 
La historia del espionaje de las comunicaciones se inicia en los primeros años de la radio, con las guerras mundiales como telón de fondo y la encriptación de mensajes radiados como objetivo de todas las partes en conflicto. Con la aparición de nuevos medios de comunicación, los sistemas de espionaje han evolucionado y también se han globalizado, por utilizar un término tan en boga hoy en día. La moraleja es que nada es nuevo, simplemente se ha ido matizando con el tiempo.
La historia que nos ocupa puede decirse que comienza en Nueva Zelanda. Allí, a lo largo de cuatro décadas, la mayor agencia de inteligencia del país, la Oficina de Seguridad de Comunicaciones del Gobierno (GCSB), equivalente de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA), había estado colaborando con sus aliados occidentales para espiar a los países de la región del Pacífico sin el conocimiento de los neozelandeses ni sus políticos electos. Nada se sabía ni había trascendido, todo iba en perfecto secreto hasta que a finales de los años ochenta varios miembros del personal de inteligencia pensaron que era el momento de dar a conocer esas actividades, y comenzaron así a hacer declaraciones a los medios de comunicación.
De este modo se hizo la luz sobre el proyecto Echelon. Este fue creado por la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, convirtiéndose en uno de los mayores sistemas de vigilancia y espionaje. Nada queda fuera de sus tentáculos, por más que nos podamos creer que esas cosas no van con nosotros y están restringidas a operaciones entre gobiernos y grupos de presión. Al contrario, entre sus objetivos está la interceptación de todo tipo de comunicaciones, incluidas las telefónicas, las que se realizan por correo electrónico, fax o cualquier otro dispositivo que se utilice en cualquier lugar del planeta.
Su particularidad la acabamos de adelantar un poco más arriba: nadie está exento de su control, porque lo que lo diferencia de otros métodos de espionaje es que está diseñado principalmente para objetivos no militares. Se dirige contra gobiernos y organizaciones nacionales e internacionales, es cierto, pero también contra empresas e individuos en prácticamente todos los países. Potencialmente me afecta mí y a ti que estás leyendo esto, a cada persona que se comunica en cualquier parte del mundo. Aunque los medios técnicos han avanzado, los equipos capaces de escudriñar en el tráfico de palabras clave existen desde hace cuatro décadas. Lo que ha conseguido Echelon fue la interconexión de todos estos equipos integrándolos en una misma red.
Durante la II Guerra Mundial, los cinco estados asociados colaboraron en materia de espionaje de comunicaciones a través de la radio, y una vez terminados los enfrentamientos armados decidieron prolongar su cooperación para tener bajo control a la Unión Soviética. Para ello firmaron en 1948 el acuerdo UKUSA en el que quedaron integrados Estados Unidos (NSA), Nueva Zelanda (GCSB), Reino Unido (GCHQ), Canadá (CSE) y Australia (DSD). Durante mucho tiempo los estados signatarios se negaron oficialmente a reconocer la existencia de dicho acuerdo, sin embargo, el informe anual de la Comisión de Inteligencia y Seguridad, órgano de control parlamentario del Reino Unido, se refiere explícitamente al mismo: «La calidad de la inteligencia recopilada refleja con claridad el valor de la estrecha cooperación en el marco del acuerdo UKUSA». 

El origen de la alianza
El inicio de UKUSA se sitúa en una reunión mantenida por británicos y estadounidenses en el verano de 1940. Medio año más tarde, criptógrafos norteamericanos entregaban a sus colegas del Reino Unido una unidad de Purple, una máquina de cifrado, iniciándose la mutua cooperación en este campo. Sería a mediados de 1941 cuando la inteligencia británica lograría descifrar el código utilizado por la flota alemana con su máquina Enigma. En 1942, con la entrada de los estadounidenses en la guerra, especialistas de la Agencia Naval SIGINT comenzaron a trabajar en Londres en el seguimiento de submarinos, uniéndose a ellos en 1943 los canadienses.
Ese mismo año fue formado el tratado BRUSA-SIGINT, mediante el cual los tres países se intercambiaron personal y compartieron la información que poseían sobre interceptación de señales, códigos y claves. Más adelante llegarían a un acuerdo con los australianos para ofrecerles medios con el objeto de controlar las comunicaciones de los japoneses en el Pacífico. En los primeros meses de 1946 se celebró una conferencia angloamericana para discutir los pormenores de una posible alianza de sus servicios de inteligencia, en la que se fijaron las bases de la cooperación entre Estados Unidos y la Commonwealth. 

El resultado
Echelon es el nombre bajo el que operan una serie de estaciones que controlan el tráfico de comunicaciones por radio, satélite, teléfono, fibra óptica y microondas. Toda la información que reciben es procesada por unos superordenadores, donde se encripta y se le aplica el reconocimiento de voz y de caracteres (el conocido como OCR) para encontrar entre ella palabras o frases clave con las que han desarrollado lo que se conoce como los «diccionarios», unas recopilaciones de términos y caracteres en los que se basan para la descodificación de futuros mensajes. Las palabras claves pueden ser nombres de personas, números de teléfono, organizaciones, direcciones de Internet, etc.
Como forman parte del texto del mensaje son fácilmente localizables por las computadoras al buscarlas en los «diccionarios». Además, esas claves son detectables también en los mensajes hablados, como los contenidos en las conversaciones telefónicas, ya que el sistema informático reconoce todo tipo de lenguas y acentos. Teóricamente, Echelon está justificado por la lucha contra el terrorismo y el control de eventuales enemigos, pero según todos los indicios los fines a los que se destina no son solamente esos. Cuando terminó la II Guerra Mundial, en Estados Unidos se inició una campaña de vigilancia ideológica, la caza de brujas, con la que el Gobierno se inmiscuyó en las comunicaciones de algunos ciudadanos sospechosos de ideologías contrarias al «buen hacer capitalista». El hecho se repitió después del Watergate; políticos salidos de las urnas eran vigilados por la inteligencia dependiente del Gobierno, y así sucesivamente fue creciendo esa práctica hasta lograr el apoyo de otros estados, con los que el control se dirigió a entornos tan «peligrosos» como Aministía Internacional o Greenpeace.
Es evidente que con la Guerra Fría y el enfrentamiento entre los dos bloques durante buena parte de la segunda mitad del siglo pasado, los agentes de las cinco organizaciones involucradas estuvieron más que atareados captando señales de radio y de otros medios, pero ¿en qué se iban a entretener tras la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética y los regímenes comunistas del Telón de Acero? Había que buscar nuevos objetivos para justificar los presupuestos y asegurarse el trabajo de los integrantes de toda la red, así que se decidió rehacer el concepto de seguridad. Esta ya no solo debía consistir en el análisis de todo lo que desde zonas potencialmente peligrosas se decía o emitía, sino que al contenido político había que añadir otros que iban a dar jugosos beneficios, como las relaciones comerciales entre empresas y países.
Las sospechas llevan a grupos de multinacionales interesados en Echelon a prestar ayuda a este proyecto a cambio de información de primera mano de cuanto hace la competencia. Solo hay que imaginar las millonadas que se juegan en contratos de armamento, construcciones militares y obras civiles, por solo citar algunos capítulos, para darse cuenta de lo que está en juego. La red de espionaje pasó de ser un entramado con objetivos militares a una malla para perseguir civiles. Es importante saberlo todo: afiliaciones políticas, creencias religiosas, hábitos de vida, tendencias sexuales, todo sirve; la información es poder, no hay que olvidarlo.
Echelon ha ido creciendo en medios humanos, materiales y económicos, e incluso no se ha detenido ante la posibilidad de espiar a Gobiernos aliados, como recientemente ha quedado demostrado, creando conflictos diplomáticos con diversos países europeos, entre ellos España y Alemania, y de otros continentes. El Parlamento Europeo publicó en 1998 un informe en el que se dan datos de la red de espionaje, afirmando que tiene bajo su control mensajes de correo electrónico, faxes y llamadas telefónicas de ciudadanos de todo el planeta, poniendo en alto el riesgo la libertad y la privacidad de las personas. Aunque todas las miradas se dirigieron a la NSA de Estados Unidos, no hay que pasar por alto el acuerdo secreto de 1948, UKUSA, en el que hay otros cuatro estados implicados, y uno de ellos no está muy lejos, Reino Unido.
Dentro de la gravedad del hecho, todavía es peor si se considera que Echelon, a través de las estaciones que tienen esparcidas en diversos lugares, no apunta a una determinada empresa o a una persona en concreto. Su funcionamiento es distinto, se basa en la interceptación masiva de señales de radio, correos electrónicos, faxes, telefonemas. De todo ese enorme conjunto de información se desecha la que no se considera «valiosa». Una vez recogida la información es procesada utilizando los «diccionarios» que contienen las palabras clave para saber si entre todo lo recibido hay coincidencias de términos o números. Cada estación tiene su propio diccionario identificado con un nombre particular, pero Reino Unido y Estados Unidos también poseen los de las restantes estaciones para que nada se pueda escapar. Todo el proceso se realiza en tiempo real, lo que da una idea de la potencia y capacidad de procesado. Cuando una palabra coincidente con una clave es detectada, se envía el aviso a la agencia responsable del diccionario de la coincidencia.

Por: RADIO-NOTICIAS.

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