La flotilla partió desde Florida y se acercó por aguas internacionales hasta unos 19 kilómetros de la costa cubana, desde donde lanzaron fuegos artificiales para dar la bienvenida al Papa. Los radioaficionados locales les confirmaron que dichos fuegos habían sido vistos con claridad desde Cuba y que, por lo tanto, su iniciativa había sido exitosa. Con la acción querían demostrar su solidaridad con el pueblo de Cuba y con los opositores y reclamar una audiencia con Su Santidad.
Según informó el corresponsal de Univisión en Miami, los activistas consideran que sería «muy decepcionante» que Benedicto XVI no recibiera a los representantes de la disidencia porque, estiman, que «debe escuchar a todos los cubanos».
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